La Congregación de Misioneras Dominicas del Rosario surge para dar respuesta a una necesidad apremiante de la Iglesia entre los nativos de la Selva Peruana.
A finales de siglo XIX, la segunda revolución industrial había convertido el caucho en una materia prima que alcanzaría cotizaciones astronómicas en los mercados internacionales. La Amazonía peruana se convertiría en una de las principales fuentes de riqueza del Perú y una mano de obra barata y explotada. A esa zona llegó el P. Ramón Zubieta, con el propósito de anunciar el Reino entre los nativos de la selva peruana. Más tarde él escribirá a sus hermanos dominicos: “¿Cómo se fundaron estas misiones? Con innumerables sudores, viajes, días y días a pie, a lomo de bestias, en frágiles canoas, pasando hambre, naufragios, pobreza y persecuciones no sólo de seglares (caucheros), sino de los mismos religiosos, he naufragado varias veces y en una de ellas vi perecer delante de mí, a dos varas de distancia, a cuatro hombres llenos de robustez y de vida….”.
Pronto experimentan los misioneros que su labor con los niños no era suficiente y que era indispensable llevar la evangelización a las niñas y a las mujeres. El P. Zubieta empieza a dar pasos para invitar a hermanas que tuvieran la audacia de entrar en la difícil realidad de la selva. En una de sus cartas dice: “Me conmovió profundamente la situación de la mujer en la selva. Desde ese momento se me clavó en la mente y el corazón la idea de remediar tanta vileza y no veía otra manera sino introduciendo en el apostolado de la Montaña la colaboración de religiosas. Sólo ellas podían penetrar en el alma de esas mujeres y darles a conocer su propia dignidad”.
La Prefectura Apostólica de Madre de Dios será convertida en Vicariato Apostólico, otorgando a su titular la dignidad episcopal. El P. Zubieta irá a Roma para ser consagrado Obispo y aprovechará este viaje, de paso por España, para conseguir religiosas que quieran venir a las Misiones. Así el 30 de diciembre de 1913 desembarcaron en el Puerto del Callao, Perú, la expedición presidida por Mons. Ramón Zubieta, e integrada por cuatro dominicos y las seis dominicas españolas de clausura procedentes del Colegio de Santa Rosa de Huesca, entre ellas M. Ascensión Nicol quien llevaría el peso de la fundación de la Congregación. Llegaban con gran ilusión y dispuestas a continuar su viaje hasta el corazón de la selva amazónica.
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